Publicado el marzo 15, 2024

Contrariamente a la creencia popular, un IMC de «sobrepeso» en un deportista no es una señal de alarma, sino un fallo fundamental de la métrica, que ignora la diferencia entre músculo y grasa.

  • El Índice de Masa Corporal (IMC) es una herramienta de salud pública que no puede evaluar la condición física de un individuo activo porque no distingue la masa muscular de la masa grasa.
  • La verdadera salud y el rendimiento deportivo se miden a través de la composición corporal, priorizando el porcentaje de grasa y su distribución (visceral vs. subcutánea).

Recomendación: Abandona el IMC como métrica de progreso personal. Adopta métodos como la plicometría o la bioimpedancia para obtener una imagen precisa y útil de tu verdadera condición física y salud metabólica.

Para cualquier persona activa y comprometida con su entrenamiento, recibir un diagnóstico de «sobrepeso» u «obesidad» basado en el Índice de Masa Corporal (IMC) puede ser una experiencia desconcertante y frustrante. Esta situación, que llamaremos la «disonancia del deportista», ocurre cuando la percepción de un cuerpo fuerte y en forma choca con una etiqueta clínica que sugiere un problema de salud. El problema no reside en tu cuerpo, sino en la herramienta de medición. El IMC, una fórmula simple que relaciona peso y altura, fue diseñado para estudios poblacionales a gran escala, no para evaluar la compleja realidad de un físico atlético.

La conversación habitual se limita a decir que «el músculo pesa más que la grasa», una simplificación que, si bien es cierta, no captura la profundidad del problema. La verdadera cuestión es la calidad del peso, no su cantidad. Un kilo de músculo y un kilo de grasa tienen funciones metabólicas, hormonales e inflamatorias radicalmente distintas. Ignorar esta diferencia es como juzgar el rendimiento de un motor de coche solo por su peso, sin considerar su potencia, eficiencia o tecnología. La obsesión por un número en la báscula, magnificada por la simplicidad del IMC, desvía la atención de lo que realmente importa: la salud metabólica y la composición corporal funcional.

Este artículo desmitifica el IMC desde una perspectiva analítica y se adentra en el «porqué» de su irrelevancia para deportistas. No nos quedaremos en la superficie; exploraremos los mecanismos fisiológicos que hacen de la composición corporal el verdadero barómetro de la salud. Analizaremos las herramientas precisas que un antropometrista deportivo utiliza para diferenciar la grasa peligrosa de la subcutánea, entenderemos las fluctuaciones de peso que nada tienen que ver con la grasa y descubriremos cómo la optimización de tu metabolismo es la clave para un rendimiento sostenible. Es hora de dejar atrás las métricas obsoletas y adoptar un enfoque que valore la fuerza, la función y la vitalidad por encima de un simple ratio matemático.

Para abordar este tema con la profundidad que merece, hemos estructurado el análisis en varios puntos clave. A continuación, encontrarás un desglose de los temas que exploraremos para darte una comprensión completa y accionable sobre cómo medir tu progreso de forma inteligente.

Por qué un jugador de rugby es «obeso» según la tabla tradicional?

El ejemplo del jugador de rugby es la ilustración perfecta del fallo fundamental del Índice de Masa Corporal (IMC). Imaginemos un atleta de 1,85 metros y 110 kg de peso, una masa corporal compuesta en gran parte por tejido muscular denso y funcional, desarrollado a través de años de entrenamiento de fuerza y potencia. Según la fórmula del IMC (peso/altura²), su índice sería de 32.1, una cifra que lo clasifica directamente en la categoría de «obesidad tipo I». Esta etiqueta es, desde un punto de vista fisiológico y de rendimiento, completamente absurda. El IMC es ciego a la composición del cuerpo; trata un kilo de músculo, que es metabólicamente activo y esencial para la fuerza, de la misma manera que un kilo de grasa.

Este error de clasificación no es una anécdota, sino un fenómeno documentado. Los estudios demuestran que el IMC tiene una alta especificidad pero una baja sensibilidad para detectar la obesidad real (exceso de grasa). En poblaciones atléticas, esta deficiencia se magnifica. De hecho, una investigación clave confirma que más del 72% de los deportistas con un IMC elevado serían erróneamente catalogados como obesos si solo se utilizara esta métrica. Esto se debe a que su peso elevado proviene de una hipertrofia muscular, no de una acumulación adiposa perjudicial.

Comparación lado a lado de un jugador de rugby y una persona sedentaria con mismo IMC pero diferente composición corporal

Como se visualiza en la comparación, dos individuos con el mismo IMC pueden tener físicos diametralmente opuestos. Un estudio de caso particularmente revelador analizó a un nadador de élite con un IMC de 30 kg/m² («obeso») y lo comparó con un deportista recreacional con un IMC de 22.2 kg/m² («normal»). El resultado fue contraintuitivo: el nadador «obeso» presentaba un porcentaje de grasa corporal significativamente menor. Mientras que el deportista de IMC «normal» tenía una masa muscular baja (percentil 5), el nadador tenía una musculatura bien desarrollada (percentiles 25-50). Esto demuestra que el peso por sí solo no dice nada sobre la salud metabólica o la condición física.

Por lo tanto, para un deportista, confiar en el IMC no solo es inútil, sino potencialmente dañino, ya que puede generar ansiedad y conducir a estrategias de pérdida de peso inadecuadas que comprometan la masa muscular y el rendimiento. Es imperativo pasar a métricas que vean más allá de la báscula.

Cómo usar el plicómetro o la bioimpedancia para saber tu grasa real?

Una vez que aceptamos la inutilidad del IMC para el análisis individual, la pregunta natural es: ¿qué herramientas usamos en su lugar? La antropometría deportiva ofrece métodos precisos para medir la composición corporal. Dos de los más extendidos y accesibles son la plicometría (uso de un plicómetro o calibre de grasa cutánea) y la bioimpedancia eléctrica (BIA).

La plicometría es un método que estima el porcentaje de grasa corporal midiendo el grosor de varios pliegues cutáneos en puntos estandarizados del cuerpo. Es una técnica que, si se realiza correctamente, ofrece una alta precisión. El plicómetro es una herramienta relativamente económica, pero su fiabilidad depende críticamente de la habilidad del evaluador y del seguimiento de un protocolo estricto. La consistencia en la técnica de medición es la clave para obtener datos fiables y poder comparar resultados a lo largo del tiempo.

La bioimpedancia, por otro lado, es una técnica más rápida y cómoda. Las básculas y dispositivos de BIA envían una corriente eléctrica imperceptible a través del cuerpo y miden la resistencia (impedancia) que encuentran. Dado que la grasa, el agua y el músculo ofrecen diferentes niveles de resistencia, el dispositivo puede estimar la composición corporal. Sin embargo, su precisión es muy sensible a factores como el nivel de hidratación, la ingesta reciente de alimentos y, en el caso de las mujeres, la fase del ciclo menstrual. Por ello, para que las mediciones sean comparables, deben realizarse siempre en condiciones idénticas.

Para entender mejor las diferencias, un análisis comparativo de métodos de estimación de grasa corporal en deportistas de fuerza ofrece una visión clara de sus resultados promedio y precisión.

Comparación entre métodos de medición de grasa corporal
Método % Grasa Promedio Precisión Ventajas
Plicometría 21.55 ± 6.38% Alta si se hace correctamente Más económico y preciso
Bioimpedancia 26.08 ± 6.02% Media, depende de hidratación Rápido y cómodo
RFM 30.15 ± 5.12% Baja para deportistas Solo necesita cinta métrica

Plan de acción: protocolo correcto de medición de grasa corporal

  1. Toma del pliegue: Utiliza los dedos pulgar e índice para pellizcar un pliegue de piel en la zona a medir, tirando suavemente para separarlo del músculo subyacente. El plicómetro debe aplicarse de forma perpendicular al pliegue.
  2. Lectura de la medida: Espera entre 3 y 4 segundos después de aplicar la pinza para que se asiente correctamente sobre la piel. Notarás que la presión se estabiliza. Repite la medición tres veces en cada punto y utiliza el promedio para mayor precisión.
  3. Puntos de medición estandarizados: Mide siempre los mismos pliegues para asegurar la comparabilidad de los datos. Los pliegues clave suelen ser el tricipital, bicipital, subescapular y suprailíaco. Sigue protocolos reconocidos como el de Yuhasz o Jackson-Pollock.
  4. Condiciones para la bioimpedancia: Para una BIA fiable, no comas ni bebas nada durante las 4 horas previas a la medición, evita realizarla durante la fase lútea del ciclo menstrual y retira todos los objetos metálicos del cuerpo.
  5. Consistencia y registro: Realiza siempre las mediciones a la misma hora del día y en las mismas condiciones (por ejemplo, por la mañana, en ayunas y después de ir al baño). Registra los datos para seguir tu evolución de forma objetiva.

La elección entre plicometría y bioimpedancia dependerá de tus objetivos, presupuesto y acceso a un profesional cualificado. Para un seguimiento riguroso, la plicometría realizada por un experto es superior. Para un seguimiento más frecuente y conveniente en casa, una báscula de bioimpedancia de calidad puede ser útil, siempre que se respeten estrictamente las condiciones de medición.

Grasa visceral vs subcutánea: cuál es la verdaderamente peligrosa para tu salud?

Profundizando en la composición corporal, es crucial entender que no toda la grasa es igual. El cuerpo almacena tejido adiposo de dos maneras principales: como grasa subcutánea, que se encuentra justo debajo de la piel y es la que podemos «pellizcar», y como grasa visceral, que se acumula en la cavidad abdominal, rodeando órganos vitales como el hígado, el páncreas y los intestinos. Aunque estéticamente la grasa subcutánea pueda ser más preocupante para algunos, es la grasa visceral la que representa un riesgo mucho mayor para la salud.

La grasa visceral no es un tejido de almacenamiento inerte. Funciona como un órgano endocrino activo que secreta una variedad de hormonas y sustancias inflamatorias llamadas citoquinas. Un exceso de grasa visceral crea un estado de inflamación crónica de bajo grado en todo el cuerpo. Esta inflamación sistémica es uno de los principales impulsores de numerosas enfermedades metabólicas. De hecho, según el Instituto Nacional de Diabetes y Enfermedades Digestivas y Renales de EE. UU., la grasa visceral es una causa principal de resistencia a la insulina, una condición precursora de la diabetes tipo 2.

Cuando las células se vuelven resistentes a la insulina, el páncreas tiene que producir cada vez más cantidad de esta hormona para mantener los niveles de glucosa en sangre bajo control. Con el tiempo, este sistema puede fallar, llevando a la prediabetes y, finalmente, a la diabetes. El mecanismo es claro, como explica un estudio sobre sus riesgos:

Los macrófagos presentes en el tejido adiposo secretan citoquinas, lo que genera un estado crónico de inflamación. Esta inflamación puede conducir a una resistencia a la insulina, aumentando el riesgo de desarrollar diabetes tipo 2.

– Estudio sobre grasa visceral, Cincos SL – Análisis de riesgos de la grasa visceral

Por lo tanto, un deportista puede tener un porcentaje de grasa subcutánea relativamente bajo, dándole una apariencia definida, pero aún podría tener niveles de grasa visceral elevados si su dieta o estilo de vida no son óptimos, poniéndole en riesgo. Medir la grasa visceral es más complejo que la grasa total; la bioimpedancia de gama alta puede ofrecer una estimación, pero los métodos más precisos (como un escáner DEXA o una resonancia magnética) son costosos. Una medida práctica y orientativa es la del perímetro de la cintura: un aumento en esta medida, sin un aumento de peso general, puede sugerir una acumulación de grasa visceral.

El objetivo no debe ser eliminar toda la grasa corporal, ya que es esencial para funciones hormonales y energéticas, sino mantener la grasa visceral en niveles bajos y saludables. Esto se logra con una combinación de entrenamiento regular (tanto cardiovascular como de fuerza) y una dieta rica en fibra, proteínas y grasas saludables, mientras se limita el consumo de azúcares refinados y grasas trans.

El riesgo de pesarse a diario y ignorar la retención de agua

Uno de los hábitos más contraproducentes para un deportista (y para cualquiera que busque mejorar su composición corporal) es la obsesión con la báscula y el pesaje diario. El peso corporal total es una métrica extremadamente volátil que puede fluctuar significativamente de un día para otro, e incluso a lo largo del mismo día. Estas variaciones raramente reflejan cambios reales en la masa grasa o muscular; en la mayoría de los casos, se deben a fluctuaciones en el balance hídrico del cuerpo.

La retención de agua puede ser causada por múltiples factores. Una comida alta en sodio, por ejemplo, puede hacer que el cuerpo retenga más líquido para mantener el equilibrio osmótico, resultando en un aumento de 1 a 2 kilos en la báscula de la noche a la mañana. De manera similar, una sesión de entrenamiento intensa causa microdesgarros musculares, y el proceso de reparación e inflamación asociado atrae agua a los músculos. El consumo de carbohidratos también influye: por cada gramo de glucógeno almacenado en los músculos y el hígado, el cuerpo almacena aproximadamente 3-4 gramos de agua. Por lo tanto, después de un día de recarga de carbohidratos, es normal y esperado pesar más, aunque no se haya ganado grasa.

Fijarse en estas fluctuaciones diarias puede ser una fuente de ansiedad y frustración innecesaria, llevando a tomar decisiones equivocadas, como restringir drásticamente las calorías o el agua después de ver un aumento en la báscula. Esto es especialmente problemático para los atletas adolescentes, donde el peso es un indicador aún menos preciso. Para ellos, el uso del IMC puede ser particularmente engañoso, clasificando falsamente a individuos sanos como si tuvieran sobrepeso. La clave es desvincular el progreso del número diario en la báscula y centrarse en tendencias a largo plazo y métricas más estables.

En lugar de la tiranía del peso diario, un enfoque más inteligente implica monitorizar otras variables que reflejan mejor el progreso real en el rendimiento y la composición corporal. Aquí hay algunas alternativas mucho más fiables:

  • Promedio de peso semanal: En lugar de registrar el peso diario, anótalo cada día pero calcula solo la media al final de la semana. Esto suaviza las fluctuaciones diarias y revela la verdadera tendencia a lo largo del tiempo.
  • Consistencia en la medición: Si mides tu composición corporal, hazlo siempre en las mismas condiciones: misma hora, mismo estado de ayuno, etc., para que los datos sean comparables.
  • Indicadores de rendimiento: El progreso más tangible para un deportista está en su rendimiento. ¿Puedes levantar más peso? ¿Corres más rápido o durante más tiempo? ¿Te recuperas mejor? Estos son signos inequívocos de una mejora en la composición corporal.
  • Métricas de salud interna: Monitorizar la Variabilidad de la Frecuencia Cardíaca (VFC) y la frecuencia cardíaca en reposo puede dar pistas sobre tu recuperación y adaptación al entrenamiento. Una frecuencia cardíaca en reposo que desciende y una VFC que aumenta suelen ser señales de una mejor condición física.

Al cambiar el enfoque de las fluctuaciones diarias a las tendencias semanales y los marcadores de rendimiento, se adopta una visión más saludable y sostenible del progreso. Tu valor y tu esfuerzo no se miden en gramos de un día para otro, sino en la fuerza, resistencia y vitalidad que construyes semana tras semana.

Volumen y definición: cuándo es saludable ganar peso intencionadamente?

En el mundo del fitness y el culturismo, el concepto de ganar peso intencionadamente no solo es aceptado, sino que es una estrategia fundamental para mejorar la composición corporal y el rendimiento. Este proceso, conocido como fase de volumen (o «bulking»), consiste en consumir un superávit calórico controlado combinado con un entrenamiento de fuerza intenso, con el objetivo principal de maximizar la ganancia de masa muscular. Durante esta fase, es inevitable y esperado ganar también una pequeña cantidad de grasa corporal.

Esta estrategia contrasta directamente con la mentalidad de «pérdida de peso a toda costa» que promueve el IMC. Para un deportista, un aumento de peso en la báscula puede ser una señal de éxito si ese peso es mayoritariamente tejido muscular magro. El objetivo no es simplemente «engordar», sino proporcionar al cuerpo la energía y los nutrientes (especialmente proteínas) necesarios para construir músculo de manera eficiente. Un plan de volumen bien ejecutado busca un aumento de peso lento y constante, minimizando la acumulación de grasa.

La salud de esta estrategia depende de mantener el porcentaje de grasa corporal dentro de unos rangos razonables. Salirse de estos rangos, incluso en una fase de volumen, puede empezar a tener consecuencias metabólicas negativas. Por ello, es crucial conocer los límites. Las recomendaciones científicas establecen que para un rendimiento óptimo y una buena salud, se debe mantener un mínimo del 5% de grasa para hombres y 10% para mujeres. Para atletas, los rangos ideales suelen situarse entre el 6-15% en varones y el 12-18% en mujeres. Superar el extremo superior de estos rangos de forma prolongada puede empezar a comprometer la sensibilidad a la insulina y el rendimiento.

Deportista en proceso de transformación corporal mostrando diferencias entre fase de volumen y definición

Tras una fase de volumen, los deportistas suelen entrar en una fase de definición (o «cutting»). Aquí, el objetivo es el contrario: crear un déficit calórico moderado para reducir la grasa corporal acumulada durante el volumen, mientras se preserva al máximo la masa muscular ganada. Esta ciclación entre volumen y definición es lo que permite a los atletas mejorar su físico y su fuerza a largo plazo. La clave del éxito en ambas fases es la planificación y la paciencia, acompañando siempre el plan nutricional con un entrenamiento adecuado. Centrarse únicamente en el entrenamiento de pesas sin una nutrición correcta no producirá los resultados deseados.

En resumen, ganar peso puede ser una estrategia muy saludable y efectiva para un deportista cuando el objetivo es el aumento de la masa muscular. Rompe con la idea de que todo aumento de peso es negativo y nos enseña a ver la báscula como una herramienta de información, no como un juez. El contexto y la composición de ese peso son lo que realmente definen el progreso.

Cómo saber si tu metabolismo se ha acelerado tras 3 meses de pesas?

Una de las grandes ventajas del entrenamiento de fuerza es su capacidad para «acelerar» el metabolismo. Este fenómeno se debe principalmente a dos factores: el aumento de la masa muscular, que es un tejido metabólicamente más activo que la grasa y, por tanto, quema más calorías en reposo; y la mejora de la flexibilidad metabólica, la capacidad del cuerpo para cambiar eficientemente entre el uso de carbohidratos y grasas como fuente de energía. Pero, ¿cómo saber si tu metabolismo realmente se ha adaptado y está funcionando de manera más eficiente después de un período consistente de entrenamiento?

Más allá de las mediciones de laboratorio, existen varias señales cualitativas y cuantitativas que indican una mejora en la tasa metabólica. Estos indicadores reflejan un cuerpo que se ha vuelto más eficiente en la gestión de la energía y los nutrientes. Reconocer estas señales es una forma mucho más empoderadora de medir el progreso que simplemente observar un número en la báscula.

Un metabolismo «saludable» y acelerado no solo significa quemar más calorías, sino también tener una mejor regulación energética y hormonal. Esto se traduce en una mayor calidad de vida y un rendimiento deportivo superior. Si después de unos meses de entrenamiento de pesas consistente notas varias de las siguientes señales, es muy probable que tu motor metabólico se haya puesto a punto:

  • Mayor tolerancia al frío: El aumento de la masa muscular y la actividad metabólica general incrementan la termogénesis (producción de calor corporal). Si sientes menos frío que antes en las mismas condiciones, es una buena señal.
  • Niveles de energía más estables: Un metabolismo eficiente regula mejor el azúcar en sangre, evitando los picos y valles de energía. Te sientes con vitalidad durante todo el día, sin los «bajones» de media tarde.
  • Aumento del NEAT: El NEAT (Non-Exercise Activity Thermogenesis) es el gasto energético de actividades que no son ejercicio formal, como moverse, caminar o incluso estar inquieto. Un metabolismo acelerado a menudo se manifiesta en un deseo espontáneo de moverse más.
  • Mejor gestión de los carbohidratos: Gracias a una mejor sensibilidad a la insulina, tu cuerpo es capaz de gestionar una mayor ingesta de carbohidratos, utilizándolos para rellenar el glucógeno muscular en lugar de almacenarlos como grasa.
  • Capacidad de rendir bien en ayunas: Esto es un signo claro de flexibilidad metabólica. Tu cuerpo puede acceder y utilizar eficientemente sus reservas de grasa como combustible cuando no hay glucosa disponible, permitiéndote entrenar sin necesidad de haber comido justo antes.

Prestar atención a estas pistas te dará una visión mucho más holística y precisa de tu progreso. Un metabolismo que funciona bien es la base de un cuerpo sano y un alto rendimiento, un resultado mucho más valioso que cualquier número que pueda mostrar una báscula.

Por qué tus células dejan de escuchar a la insulina y acumulas grasa abdominal?

La acumulación de grasa abdominal, especialmente la grasa visceral, no es solo una cuestión estética; es una señal de alerta de un desequilibrio metabólico profundo conocido como resistencia a la insulina. Para entender por qué ocurre, debemos pensar en la insulina como una llave que abre la «puerta» de nuestras células para que la glucosa (azúcar) del torrente sanguíneo pueda entrar y ser utilizada como energía. Cuando las células están sanas y «sensibles», responden eficientemente a la señal de la insulina.

Sin embargo, un exceso crónico de energía, especialmente proveniente de dietas altas in azúcares refinados y grasas poco saludables, junto con un estilo de vida sedentario, puede sobrecargar la capacidad de almacenamiento de las células de grasa subcutánea. Cuando estas se saturan, el cuerpo comienza a depositar el exceso de grasa en lugares donde no debería, como el hígado, los músculos y, de forma prominente, alrededor de los órganos abdominales, formando la grasa visceral. Investigaciones científicas revelan que la disfunción del tejido adiposo subcutáneo es un factor clave que favorece esta acumulación visceral, la cual tiene un alto potencial proinflamatorio.

Aquí es donde el problema se agrava. La grasa visceral, como ya hemos visto, es metabólicamente activa y libera citoquinas inflamatorias. Estas moléculas inflamatorias interfieren con la señalización de la insulina. Es como si la cerradura de la puerta celular se oxidara y la llave de la insulina ya no encajara bien. Las células se vuelven «sordas» o resistentes a la insulina. Como respuesta, el páncreas trabaja a marchas forzadas, liberando aún más insulina para intentar forzar la entrada de glucosa en las células. Este estado de hiperinsulinemia crónica es un círculo vicioso que promueve aún más el almacenamiento de grasa, especialmente en la zona abdominal.

Este mecanismo explica por qué la grasa abdominal es tan terca y por qué está tan ligada a problemas de salud. Como señalan los expertos en la materia:

El exceso de almacenamiento de grasa resulta en deposición en el espacio visceral, músculos e hígado, conduciendo a disfunción del órgano y resistencia a la insulina. La grasa visceral actúa como un órgano que produce citoquinas, causando inflamación y afectando negativamente la sensibilidad a la insulina.

– InBody LATAM, Análisis sobre almacenamiento de grasa e insulina

La buena noticia es que este proceso es reversible. El entrenamiento de fuerza es una de las herramientas más potentes para mejorar la sensibilidad a la insulina, ya que los músculos en contracción pueden captar glucosa sin necesidad de insulina. Combinado con una dieta que controle la carga glucémica y priorice alimentos integrales, es posible «limpiar la cerradura» y hacer que las células vuelvan a escuchar la señal de la insulina, rompiendo el ciclo de acumulación de grasa visceral.

A retenir

  • El IMC es una métrica poblacional que fracasa al evaluar a individuos activos porque no diferencia entre masa muscular y masa grasa, llevando a diagnósticos erróneos de «sobrepeso» en deportistas.
  • Las métricas clave para un deportista son las de composición corporal, como el porcentaje de grasa y su distribución (visceral vs. subcutánea), medibles con herramientas como el plicómetro o la bioimpedancia.
  • La salud real no se refleja en el peso total, sino en la salud metabólica, que incluye una buena sensibilidad a la insulina, niveles bajos de grasa visceral y una tasa metabólica eficiente, todo ello potenciado por el entrenamiento de fuerza.

Cómo calcular y aumentar tu metabolismo basal para quemar más en reposo?

El Metabolismo Basal (TMB) o Tasa Metabólica Basal (TMB) representa la cantidad de energía (calorías) que tu cuerpo necesita para mantener sus funciones vitales en reposo absoluto: respirar, mantener la temperatura corporal, hacer circular la sangre, etc. Es el mayor componente del gasto energético diario total. Aumentar tu TMB significa que tu cuerpo quema más calorías simplemente por existir, lo cual es una estrategia muy eficiente para el control de la composición corporal.

El principal factor que determina el TMB es la masa magra (todo lo que no es grasa, principalmente músculo). Cuanta más masa muscular tengas, más alto será tu TMB. Esta es la razón por la que el entrenamiento de fuerza es tan efectivo para «acelerar» el metabolismo a largo plazo. Calcular el TMB puede hacerse mediante diversas fórmulas, pero, al igual que con el IMC, no todas son adecuadas para deportistas. Las fórmulas estándar como Harris-Benedict o Mifflin-St Jeor, que se basan en peso, altura, edad y sexo, tienden a subestimar el gasto energético de personas con una masa muscular por encima de la media.

Para un cálculo más preciso en deportistas, se deben utilizar fórmulas que incorporen la masa magra como variable principal. La fórmula de Katch-McArdle es una de las más reconocidas para este fin, ya que se basa directamente en tu porcentaje de grasa corporal. Para usarla, primero necesitas una estimación fiable de tu composición corporal (obtenida, por ejemplo, con un plicómetro). A continuación se presenta una comparativa de la precisión de estas fórmulas:

Para ofrecer una perspectiva clara, es útil comparar las fórmulas más comunes y su idoneidad para la población deportista, un análisis que demuestra la superioridad de los métodos que consideran la composición corporal.

Fórmulas de cálculo del metabolismo basal para deportistas
Método Precisión para deportistas Variables consideradas
Harris-Benedict/Mifflin Baja – Subestima el gasto Peso, altura, edad, sexo
Katch-McArdle Alta – Más preciso Masa magra como variable principal
Antropometría con plicómetro Más preciso Pliegues cutáneos y circunferencias

Una vez que conoces tu TMB, ¿cómo puedes aumentarlo? La estrategia más efectiva y sostenible es incrementar tu masa muscular a través del entrenamiento de fuerza. Además, hay otros factores que influyen positivamente:

  • Asegurar una ingesta adecuada de proteínas: La proteína tiene un efecto térmico más alto que los carbohidratos o las grasas (el cuerpo gasta más energía en digerirla) y es esencial para construir y mantener el músculo.
  • Aumentar el NEAT: Incorporar más movimiento a lo largo del día (caminar, subir escaleras, estar de pie) puede suponer un aumento significativo del gasto calórico diario total.
  • No restringir las calorías de forma extrema: Las dietas muy hipocalóricas a largo plazo pueden provocar una adaptación metabólica a la baja (el cuerpo ralentiza el TMB para conservar energía). Es crucial alimentar al cuerpo adecuadamente, especialmente durante los períodos de entrenamiento intenso.

Para aplicar estos conocimientos, es fundamental saber cómo estimar y potenciar tu gasto energético en reposo de manera precisa.

En definitiva, en lugar de centrarte en «comer menos», el enfoque inteligente para un deportista es centrarse en «construir más»: más músculo, más actividad y, como resultado, un metabolismo más potente y una composición corporal más saludable. Para poner en práctica estos conceptos y dejar atrás las métricas obsoletas, el siguiente paso es realizar una evaluación precisa de tu punto de partida con las herramientas adecuadas.

Escrito por Javier Torres, Fisioterapeuta Deportivo y especialista en Biomecánica con 10 años trabajando con atletas de alto rendimiento y rehabilitación funcional. Experto en fisiología del ejercicio y prevención de lesiones musculoesqueléticas.