
La lucha contra la grasa abdominal y el insomnio no se gana «evitando el estrés», sino re-sincronizando la respuesta hormonal de tu cuerpo.
- El cortisol desregulado provoca antojos de azúcar y almacena grasa específicamente en el abdomen debido a una mayor sensibilidad hormonal en esa zona.
- La clave está en modularlo con señales biológicas precisas: nutrición para la estabilidad glucémica, gestión de la luz para el ritmo circadiano y ejercicio estratégico para evitar sobrecargar las suprarrenales.
Recomendación: Empieza por ajustar tu desayuno y tu exposición a la luz; son las palancas más potentes y rápidas para empezar a regular tu ritmo circadiano y, por ende, tu cortisol.
Sientes una hinchazón persistente en el abdomen que no se va con dieta, tus extremidades parecen más delgadas en comparación, te asaltan antojos irrefrenables de dulce por la tarde y, al llegar la noche, estás agotado pero tu mente no se apaga. Si este «cuerpo de estrés» te resulta familiar, no estás solo y la causa tiene un nombre: desregulación del cortisol. Durante años, la respuesta popular ha sido un vago «relájate» o «medita más». Si bien estas prácticas son valiosas, a menudo fallan porque no abordan la raíz del problema: una bioquímica alterada.
El cortisol no es un villano; es una hormona vital de supervivencia. El problema surge cuando su ritmo natural se rompe. En lugar de un pico matutino que nos despierta y un descenso gradual que nos prepara para el descanso, el estrés crónico crea un patrón caótico: picos erráticos durante el día que disparan el hambre y la acumulación de grasa, y niveles elevados por la noche que sabotean el sueño. La solución, por tanto, no es una lucha de voluntades contra los antojos o el insomnio, sino una estrategia hormonal inteligente.
Este artículo va más allá de los consejos genéricos. Como endocrino especializado en estrés, mi enfoque es darte las herramientas para que actúes como el director de tu propia orquesta hormonal. ¿La clave? Entender que no se trata de eliminar el estrés, sino de enseñarle a tu cuerpo a responder correctamente a través de señales biológicas claras y potentes. Vamos a ajustar las palancas maestras que controlan tu cortisol: la nutrición, los adaptógenos, el ejercicio y, fundamentalmente, la luz.
A lo largo de esta guía, descubrirás los protocolos específicos para modular tu sistema hormonal. Exploraremos desde la composición exacta de tu desayuno hasta el tipo de ejercicio que te beneficia (y el que te perjudica), pasando por cómo y cuándo usar la luz para resetear tu reloj biológico. Prepárate para entender el «porqué» detrás de cada síntoma y el «cómo» para solucionarlo de raíz.
Índice: La guía hormonal para regular el cortisol y sus efectos
- ¿Por qué el cortisol alto te provoca antojos de azúcar incontrolables?
- ¿Cómo desayunar para aplanar tu curva de cortisol matutina?
- Ashwagandha o Rodiola: ¿qué planta baja mejor el cortisol nocturno?
- El error de correr largas distancias si ya tienes fatiga adrenal
- Gestión lumínica: ¿cuándo bloquear la luz azul para regular tus suprarrenales?
- ¿Por qué el estrés crónico encoge literalmente tu hipocampo y memoria?
- ¿Por qué tus células dejan de escuchar a la insulina y acumulas grasa abdominal?
- ¿Cómo recuperar tu equilibrio vital cuando trabajas más de 50 horas semanales?
¿Por qué el cortisol alto te provoca antojos de azúcar incontrolables?
Esa necesidad urgente y casi primitiva de comer algo dulce o muy graso a media tarde no es una falta de disciplina; es una orden directa de tu cerebro orquestada por el cortisol. Cuando estás bajo estrés crónico, tu cuerpo cree que está en un peligro constante y necesita energía rápida para «luchar o huir». El cortisol elevado envía una señal potente al cerebro para que busque la fuente de combustible más rápida y densa posible: el azúcar y la grasa. Esto no es una suposición; de hecho, investigaciones han encontrado una asociación significativa entre niveles elevados de cortisol y un aumento del apetito, especialmente en mujeres.
Este mecanismo evolutivo, diseñado para emergencias puntuales, se convierte en un ciclo vicioso en el mundo moderno. Un pico de cortisol te hace desear azúcar. Comes azúcar, lo que provoca un pico de insulina para gestionar esa glucosa. Este pico es seguido por una caída brusca del azúcar en sangre, lo que tu cuerpo interpreta como otra «emergencia», liberando más cortisol y reiniciando el ciclo. Es el llamado «hambre de cortisol», que se diferencia del hambre fisiológica normal. Es crucial aprender a distinguirlos para poder romper el patrón.
Identificar este tipo de hambre es el primer paso para retomar el control. No se trata de resistir con pura fuerza de voluntad, sino de reconocer la señal hormonal y responder de manera diferente. Aquí tienes las claves para diferenciar ambos tipos de hambre:
- Inicio: El hambre de cortisol es repentina y urgente, mientras que el hambre real es gradual.
- Especificidad: Con hambre de cortisol, anhelas un tipo específico de alimento (dulce, salado, graso). Con hambre real, cualquier alimento nutritivo te parecería bien.
- Emoción: El antojo por estrés suele ir acompañado de emociones como la ansiedad o el aburrimiento, y a menudo deja un sentimiento de culpa después de comer.
- Saciedad: El hambre de cortisol puede persistir incluso después de haber comido recientemente, porque no responde a la necesidad física de nutrientes, sino a una señal emocional y hormonal.
Al reconocer estas señales, puedes empezar a implementar estrategias alternativas al comer, como una breve caminata, ejercicios de respiración o beber un vaso de agua, rompiendo así la conexión automática entre estrés y comida.
¿Cómo desayunar para aplanar tu curva de cortisol matutina?
La primera comida del día es, sin duda, la intervención más poderosa para regular tu cortisol. Por la mañana, el cortisol está naturalmente en su punto más alto (el «pico de cortisol del despertar») para sacarnos del sueño y darnos energía. Un desayuno inadecuado puede secuestrar este pico y convertirlo en una montaña rusa de glucosa y energía para el resto del día. El típico desayuno rico en carbohidratos refinados (cereales azucarados, tostadas de pan blanco, bollería) provoca una liberación masiva de insulina, lo que lleva a un desplome del azúcar en sangre a media mañana. Este «crash» es una señal de alarma para tu cuerpo, que responde liberando más cortisol y adrenalina, perpetuando el estrés y los antojos.
La estrategia hormonal consiste en «aplanar» esa curva. El objetivo es proporcionar energía sostenida que estabilice el azúcar en sangre y apoye una disminución gradual y natural del cortisol a lo largo de la mañana. Esto se logra priorizando dos macronutrientes: proteínas y grasas saludables.

Un protocolo de desayuno enfocado en el control hormonal es la base para un día estable. Un buen ejemplo documentado muestra que un desayuno con proteínas magras (como pollo, pescado o huevos), grasas saludables (aguacate, aceite de oliva) y una pequeña porción de carbohidratos complejos (como quinoa o pan integral de verdad) estabiliza los niveles de azúcar en sangre y reduce los picos de cortisol matutino. Esto se traduce en una energía mental y física sostenida, evitando el temido bajón de las 11 de la mañana.
La diferencia entre un desayuno que desregula y uno que regula es abismal. Además de la composición, el momento de tomar el café también es una pieza clave de la señalización hormonal. Esperar unos 90 minutos después de despertar permite que el pico natural de cortisol comience a bajar antes de introducir la cafeína, evitando una sobreestimulación del eje HPA.
| Aspecto | Desayuno Tradicional | Desayuno Control Cortisol |
|---|---|---|
| Composición | Alto en carbohidratos refinados | Proteína + Grasas > Carbohidratos |
| Timing café | Inmediato al despertar | 90 minutos después de despertar |
| Efecto en glucosa | Pico y caída rápida | Estable durante horas |
| Energía | Crash a media mañana | Sostenida hasta almuerzo |
Implementar este cambio no requiere una revisión completa de tu vida, sino una simple reestructuración de tu plato matutino. Es la inversión más rentable que puedes hacer para tu equilibrio hormonal.
Ashwagandha o Rodiola: ¿qué planta baja mejor el cortisol nocturno?
Cuando el insomnio se debe a una mente que no se apaga, a esa sensación de estar «cansado pero cableado» (wired but tired), el culpable suele ser un nivel de cortisol que se niega a bajar por la noche. Aquí es donde los adaptógenos, sustancias naturales que ayudan al cuerpo a «adaptarse» al estrés, pueden ser aliados poderosos. Dos de los más estudiados para este fin son la Ashwagandha y la Rhodiola, pero no son intercambiables; su mecanismo de acción y su momento ideal de uso son distintos.
La Ashwagandha (Withania somnifera) es conocida por su efecto calmante y ansiolítico. Actúa directamente sobre el eje HPA (Hipotálamo-Hipófisis-Suprarrenal), ayudando a modular la respuesta al estrés y a reducir su percepción. Es particularmente eficaz para el insomnio de conciliación, cuando la mente está acelerada y llena de pensamientos rumiativos. Su efecto es más relajante que sedante, promoviendo un estado de calma que facilita la transición al sueño. De hecho, según el Instituto Nacional de Salud de Estados Unidos, estudios demuestran que dosis de 500-600mg de ashwagandha diarios durante 6-8 semanas reducen significativamente los niveles de cortisol.
La Rhodiola (Rhodiola rosea), por otro lado, es más conocida por su capacidad para mejorar la energía, la resistencia y la claridad mental durante el día. Su superpoder es combatir la fatiga. Aunque también modula el cortisol, su efecto puede ser ligeramente estimulante para algunas personas. Por ello, su uso es ideal por la mañana para quienes sufren de fatiga diurna severa. Usarla por la noche podría ser contraproducente para quienes ya tienen problemas para «desconectar». Es la elección para el perfil de persona que está agotada todo el día y experimenta un pico de energía compensatorio y artificial justo a la hora de dormir.
La elección entre una y otra depende, por tanto, de tu perfil de desregulación del cortisol. El siguiente cuadro resume sus diferencias clave para ayudarte a decidir:
| Característica | Ashwagandha | Rhodiola |
|---|---|---|
| Mecanismo | Modula eje HPA, reduce percepción del estrés | Mejora energía y resistencia diurna |
| Mejor momento | Noche (efecto relajante) | Mañana (puede ser estimulante) |
| Tipo de insomnio | Mente acelerada, ‘wired but tired’ | Fatiga diurna con pico compensatorio nocturno |
| Dosis típica | 300-600mg/día | 200-400mg/día |
En resumen, para calmar una mente hiperactiva por la noche y bajar directamente el cortisol nocturno, la Ashwagandha es la opción principal. La Rhodiola es una herramienta diurna para combatir la fatiga que, indirectamente, puede ayudar a regular el ritmo del cortisol a largo plazo. Siempre es recomendable empezar con dosis bajas y consultar a un profesional.
El error de correr largas distancias si ya tienes fatiga adrenal
En nuestra cultura, el ejercicio, especialmente el cardiovascular de larga duración como correr maratones o largas sesiones de spinning, es visto como la panacea para el estrés. Sin embargo, para una persona con el sistema adrenal ya comprometido o con una clara desregulación del cortisol, este tipo de ejercicio puede ser el equivalente a echar gasolina al fuego. El ejercicio es un estresor físico. Un sistema sano se adapta y se fortalece, pero un sistema ya sobrecargado puede quebrarse.
El cardio de alta intensidad y larga duración (LISS de más de 60-75 minutos o HIIT excesivo) exige una producción sostenida y elevada de cortisol para movilizar glucosa y gestionar la inflamación. Si tus glándulas suprarrenales ya están trabajando a marchas forzadas para lidiar con el estrés laboral, emocional y una mala alimentación, añadirles la carga de un maratón puede agotar sus reservas y profundizar la desregulación. Los síntomas son claros: te sientes exhausto en lugar de energizado después de entrenar, tardas días en recuperarte, tu sueño empeora y puedes incluso ganar peso a pesar del gasto calórico.
La solución no es el sedentarismo, sino el ejercicio estratégico. El objetivo es estimular el cuerpo sin sobrecargar el eje HPA. Las modalidades más beneficiosas son:
- Entrenamiento de fuerza: Sesiones de 30-45 minutos, centradas en movimientos compuestos (sentadillas, peso muerto, press). Construye músculo, que es un tejido metabólicamente activo y mejora la sensibilidad a la insulina.
- Cardio de baja intensidad (LISS): Caminatas en la naturaleza, ciclismo suave o natación. Estas actividades reducen el cortisol y activan el sistema nervioso parasimpático (el de «descanso y digestión»).
- Movilidad y Yoga: Prácticas como el yoga o el tai chi han demostrado reducir los niveles de cortisol y mejorar la variabilidad de la frecuencia cardíaca, un marcador clave de la resiliencia al estrés.
Estudio de caso: Efectos del ejercicio en la desregulación adrenal
Un estudio en deportistas arrojó luz sobre este fenómeno. Aquellos que presentaban síntomas de desregulación del cortisol y fatiga adrenal mostraron una disminución medible en su fuerza máxima (1RM) y una capacidad de recuperación comprometida después de someterse a entrenamientos de alta intensidad. En cambio, cuando cambiaron a un protocolo de ejercicio moderado y entrenamiento de fuerza controlado, no solo mejoraron sus síntomas de fatiga, sino que también recuperaron sus niveles de rendimiento. Esto demuestra que «más» no siempre es «mejor» cuando el sistema nervioso está desregulado.
Escuchar a tu cuerpo es clave. Si el ejercicio te deja sistemáticamente agotado, es una señal de que necesitas cambiar de estrategia, no de que debas esforzarte más. El movimiento debe sanar, no agotar.
Gestión lumínica: ¿cuándo bloquear la luz azul para regular tus suprarrenales?
La señal más potente que recibe nuestro cuerpo para regular el ritmo circadiano, y por ende el ciclo del cortisol, es la luz. Durante milenios, la humanidad vivió sincronizada con el ciclo solar: luz brillante durante el día y oscuridad casi total por la noche. La invención de la luz artificial ha roto este ritmo, enviando a nuestro cerebro señales confusas que desregulan todo el sistema hormonal. La luz brillante por la noche, especialmente la luz azul emitida por pantallas (móviles, tabletas, televisores) y luces LED frías, suprime la producción de melatonina (la hormona del sueño) y mantiene el cortisol elevado.
Gestionar tu exposición a la luz es una de las intervenciones más eficaces y gratuitas para regular tus glándulas suprarrenales. No se trata solo de «apagar las pantallas», sino de un protocolo de higiene lumínica a lo largo de todo el día. La idea es imitar el ciclo solar natural para dar a tu cuerpo las señales correctas en el momento correcto.
La estrategia se basa en dos principios opuestos: maximizar la luz por la mañana y minimizarla por la noche. La luz solar matutina, al incidir en los fotorreceptores de la retina, envía una señal potente al núcleo supraquiasmático del cerebro (nuestro «reloj maestro») para que detenga la producción de melatonina y ponga en marcha el pico de cortisol del despertar. Esto ancla firmemente tu ritmo para todo el día. Por el contrario, la oscuridad al atardecer es la señal para iniciar la producción de melatonina y reducir el cortisol, preparando el cuerpo para el descanso y la reparación.

Implementar una buena higiene lumínica requiere disciplina, pero sus efectos sobre el sueño y los niveles de energía son profundos y rápidos. Se trata de crear un «atardecer artificial» dentro de tu hogar para preparar a tu sistema nervioso para el descanso.
Tu plan de acción para la higiene lumínica
- Exposición matutina: Dentro de la primera hora tras despertar, exponte a 10-15 minutos de luz solar directa sin gafas de sol. Esto ancla tu ritmo circadiano.
- Luz diurna: Durante el día, trabaja cerca de una ventana o sal al exterior siempre que sea posible para maximizar la exposición a la luz natural.
- Atenuación vespertina: Unas 3 horas antes de dormir, empieza a atenuar las luces artificiales de tu casa, usando lámparas de luz cálida en lugar de las luces de techo brillantes.
- Bloqueo de luz azul: En las 2 horas previas a acostarte, utiliza gafas que bloqueen la luz azul (en el rango de 400-500nm). Esto permite a tu cerebro empezar a producir melatonina a pesar de la luz artificial.
- Santuario del sueño: Cambia las bombillas de tu dormitorio por opciones de color ámbar o rojo (temperatura de color de 2700K o inferior) y asegúrate de que la habitación esté en completa oscuridad para dormir.
Esta práctica, combinada con las estrategias nutricionales y de ejercicio, crea un entorno hormonal coherente que le dice a tu cuerpo que es seguro relajarse, repararse y soltar el exceso de grasa almacenada por el estrés.
¿Por qué el estrés crónico encoge literalmente tu hipocampo y memoria?
Los efectos del cortisol desregulado van mucho más allá de la grasa abdominal y el insomnio; impactan directamente en la estructura y función de tu cerebro. Una de las áreas más vulnerables es el hipocampo, la región cerebral crucial para la formación de la memoria, el aprendizaje y la regulación emocional. El cortisol crónicamente elevado tiene un efecto neurotóxico que puede, literalmente, encoger esta estructura vital.
El mecanismo es doble. Por un lado, el exceso de cortisol reduce la producción de BDNF (Factor Neurotrófico Derivado del Cerebro), una proteína que actúa como «fertilizante» para las neuronas, promoviendo su crecimiento, supervivencia y la formación de nuevas conexiones (sinapsis). Menos BDNF significa un cerebro menos plástico y menos capaz de aprender y recordar. Por otro lado, el cortisol elevado aumenta la actividad en la amígdala, el centro del miedo del cerebro, mientras que debilita las conexiones entre la amígdala y el córtex prefrontal, la zona de la toma de decisiones racionales. El resultado es un estado de hipervigilancia, ansiedad y una memoria que falla justo cuando más la necesitas.
Este daño no es solo estructural, sino también metabólico. El cortisol elevado promueve la resistencia a la insulina en el cerebro y aumenta los niveles de glucosa en sangre, un fenómeno bien documentado. De hecho, según investigadores del Centro Médico Wexner de la Universidad Estatal de Ohio, se ha constatado un vínculo claro entre el cortisol alto y mayores niveles de azúcar en personas con diabetes tipo 2, creando un entorno inflamatorio que daña aún más las delicadas neuronas del hipocampo.
La buena noticia es que gran parte de este daño es reversible. El cerebro tiene una increíble capacidad de recuperación si le proporcionamos las herramientas adecuadas para proteger el hipocampo y fomentar la neurogénesis (creación de nuevas neuronas). Aquí tienes algunas estrategias clave:
- Ejercicio HIIT: Sesiones cortas e intensas (20-30 min, 3 veces/semana) han demostrado ser uno de los estímulos más potentes para la producción de BDNF.
- Aprendizaje continuo: Aprender una nueva habilidad, como un idioma o un instrumento musical, desafía al cerebro y estimula el crecimiento de nuevas conexiones neuronales.
- Meditación Mindfulness: 10 minutos diarios pueden reducir la actividad de la amígdala y aumentar la densidad de materia gris en el hipocampo.
- Nutrientes neuroprotectores: Alimentos ricos en polifenoles como los arándanos, el té verde y la cúrcuma tienen potentes efectos antiinflamatorios y protectores para el cerebro.
- Sueño reparador: Durante el sueño profundo, el sistema glinfático del cerebro se activa para limpiar los desechos metabólicos acumulados durante el día, un proceso esencial para la salud neuronal.
Proteger tu cerebro del estrés crónico no es un lujo, es una necesidad fundamental para mantener la claridad mental, la memoria y el equilibrio emocional a lo largo de la vida.
¿Por qué tus células dejan de escuchar a la insulina y acumulas grasa abdominal?
La acumulación de grasa en la zona abdominal no es una cuestión de mala suerte o de genética ineludible; es una consecuencia directa y predecible de la interacción entre el cortisol y la insulina. Para entender por qué el estrés se traduce en «barriga», hay que comprender un concepto clave: la resistencia a la insulina y la particularidad de las células de grasa visceral.
En un estado normal, cuando comes, tus niveles de azúcar en sangre aumentan y el páncreas libera insulina. La insulina actúa como una llave que abre las puertas de las células (musculares, hepáticas) para que la glucosa entre y sea utilizada como energía. Sin embargo, el cortisol crónicamente elevado interfiere en este proceso. Mantiene los niveles de azúcar en sangre artificialmente altos para tener «combustible de emergencia» disponible. Esto obliga al páncreas a producir cada vez más insulina para intentar hacer el mismo trabajo. Con el tiempo, las células, bombardeadas constantemente, se «tapan los oídos»: se vuelven resistentes a la señal de la insulina.
Estudio de caso: El ciclo vicioso del estrés y la resistencia a la insulina
Harvard Health documenta cómo la exposición prolongada a las hormonas del estrés, como el cortisol y la adrenalina, no solo favorece directamente la acumulación de grasa visceral, sino que también reduce la eficacia de la insulina. Esto crea un ciclo peligroso donde las células se vuelven sordas a las señales de la insulina. Como resultado, el azúcar no puede entrar eficientemente en las células para ser usado como energía, por lo que el cuerpo lo convierte y almacena como grasa, perpetuando a su vez los antojos de más azúcar y el ciclo de almacenamiento.
Aquí entra en juego la segunda pieza del puzle: no toda la grasa es igual. La grasa subcutánea (la que está debajo de la piel en brazos y piernas) y la grasa visceral (la que rodea los órganos en el abdomen) tienen una biología diferente. Y la diferencia crucial radica en su sensibilidad al cortisol. Estudios revelan un dato impactante: las células de grasa visceral tienen hasta 4 veces más receptores de cortisol que la grasa subcutánea. Esto significa que cuando el cortisol está alto, la grasa abdominal es la que recibe la orden más fuerte y clara de «almacenar, almacenar, almacenar». Es un imán para la grasa inducida por el estrés.
Por lo tanto, reducir la grasa abdominal no es solo una cuestión de comer menos o moverse más. Es una cuestión de restaurar la sensibilidad a la insulina y calmar la señalización del cortisol. Al hacerlo, no solo cambiará tu composición corporal, sino que reducirás drásticamente el riesgo de enfermedades metabólicas asociadas a la grasa visceral.
A retener
- El cortisol no es el enemigo; su desregulación sí. El objetivo es aplanar sus picos y valles para restaurar su ritmo natural.
- La nutrición (desayuno proteico) y la gestión de la luz (exposición matutina, bloqueo nocturno) son las herramientas más eficaces para anclar tu ritmo circadiano.
- El tipo de ejercicio importa: el cardio de baja intensidad y la fuerza son aliados, mientras que el cardio extenuante puede empeorar la desregulación del cortisol.
¿Cómo recuperar tu equilibrio vital cuando trabajas más de 50 horas semanales?
Para quienes viven inmersos en jornadas laborales maratonianas, los consejos como «duerme 8 horas» o «tómate unas vacaciones» suenan a una utopía inalcanzable. La realidad del alto rendimiento y las largas horas de trabajo exige un enfoque diferente: no se trata de grandes gestos de escape, sino de integrar protocolos de micro-recuperación a lo largo del día para modular la respuesta al estrés en tiempo real.
El objetivo es puntuar tu jornada con breves momentos que activen el sistema nervioso parasimpático (el freno del cuerpo), contrarrestando la dominancia constante del sistema simpático (el acelerador). Estas pausas no tienen por qué ser largas; su poder reside en su consistencia y en su capacidad para romper el ciclo de acumulación de cortisol. Son como válvulas de escape que impiden que la presión llegue a un punto de ruptura.

Estas estrategias son herramientas activas de regulación hormonal. Por ejemplo, una simple caminata de 15 minutos al mediodía, sin dispositivos, no solo despeja la mente, sino que expone tus ojos a la luz solar, reforzando tu ritmo circadiano. Los ejercicios de respiración cambian tu fisiología en minutos, aumentando la variabilidad de la frecuencia cardíaca y enviando una señal de seguridad a tu cerebro.
El ejercicio regular no solo reduce el estrés, sino que puede reducir el riesgo de sufrir de enfermedades crónicas y tener un mejor estado de salud.
– Healthline, Estudio sobre ejercicio y cortisol
Aquí tienes un protocolo de micro-recuperación diseñado para ser integrado incluso en las agendas más apretadas:
- Respiración 4-7-8: Realiza 5 minutos de este ejercicio (inhalar por la nariz 4s, aguantar 7s, exhalar por la boca 8s) entre reuniones importantes o antes de una tarea exigente.
- Caminata sin dispositivos: Dedica 15 minutos de tu hora de almuerzo a caminar al aire libre, preferiblemente en un entorno verde, sin mirar el móvil.
- Protocolo NSDR (Non-Sleep Deep Rest): Escucha un audio guiado de Yoga Nidra o un escaneo corporal de 10-20 minutos durante una pausa. Es un reseteo profundo para el sistema nervioso.
- Snacks sociales: Utiliza una pausa de 5 minutos no para revisar el correo, sino para hacer una llamada rápida a un ser querido. La conexión social es un potente regulador del cortisol.
- El abrazo de 20 segundos: Al llegar a casa, un abrazo prolongado con tu pareja, hijos o incluso tu mascota libera oxitocina, la hormona antagonista del cortisol.
Para poner en práctica estos consejos, el siguiente paso lógico es empezar con una única acción. Evalúa tu rutina de mañana y aplica el protocolo de desayuno y exposición lumínica para empezar a regular tu sistema hormonal desde hoy mismo.